domingo, 30 de septiembre de 2012

Cuentos de Al-andalus. Cinco Estrellas del Desierto


CINCO ESTRELLAS DEL DESIERTO

A
quella era una noche cálida y transparente y el cielo del desierto más grande del mundo de repente quedó iluminado por cinco estrellas fugaces.

 En las aguas de aquel frondoso oasis se reflejaba la luz bastante rojiza que emitían esos luceros. Pocos segundos después un nuevo reflejo aún más intenso pero esta vez de color azul iluminó totalmente con su claridad las impresionantes dunas del Sahara.                                
   Solo pasaban algunos minutos de la media noche cuando en la ciudad histórica de Nefta comenzaba la existencia de una nueva vida.
   Cuando las primeras luces del alba comenzaron a iluminar las paredes de aquel humilde palacio que tuvo la fortuna  de alojar  y presenciar el nacimiento de la princesa Salima Khalida comenzaron a oírse ruidos propios de gentes que se agrupaban en el exterior de éste. Una muchedumbre deambulaba por las blancas arenas saladas del Jerid. Venían de toda la comarca para conocer a su princesa bereber.
   En aquella época circulaba por todo el país de Ifriqiya una leyenda que predecía el nacimiento de una princesa de origen bereber  con virtudes adicionadas por la mismísima princesa Dido fundadora de la ciudad de Cartago, y éste nacimiento sería anunciado por cinco estrellas guardianes que la protegerían eternamente.
   La princesa Salima creció feliz en aquel pequeño paraíso junto al oasis de Nefta pero ella sabía que su destino no estaba allí.
   Durante años su padre Zawi Ben Zirí había estado luchando junto al califa Sulaiman y ahora tras vencer en muchas batallas en Alandalus había conseguido  fundar su propio reino, el reino andalusí de Granada.
   Pasado algún tiempo su padre el Emir mandó llamar a Salima para que viniera a vivir en su nuevo palacio, y para ello envió como escolta a cinco de sus mejores guerreros haciéndoles jurar que prestarían protección a la princesa hasta con su propia vida.
   El viaje hacia Granada duró varios meses y durante este tiempo el Emir vio peligrar su reino por causa de un nuevo y poderoso califa. Entonces decidió usar la política y entregar en matrimonio a su hija Salima al Rey cordobés en vez de iniciar de nuevo otra guerra.
   Salima ya se había enamorado de un joven militar del ejército de su padre al que por sus méritos en batalla el Califa Sulayman había nombrado valí de Banyana.
   Salima fue feliz durante el viaje a Granada, ya que iba a encontrarse con su padre y a la vez seguro con su amado, pues sabía que Baena quedaba cerca del reino.
   Pero la bella princesa zirií pronto se llenó de pena. Cuando llegó a Granada su padre la mandó casar con quien no amaba. La princesa lloraba y lloraba, llegó la hora de partir. Hacia Córdoba la mandan. Los mismos cinco guerreros la escoltan, cinco estrellas del desierto la protegen. Pero la princesa vuelve a sonreír. Va a pasar por Banyana, y allí gobierna el valí que enamoró su alma. Durante su estancia en esta villa cordobesa la princesa siguió feliz pero la tardanza en llegar a su destino hace enfurecer al Califa y tras comprobar que seguía allí, envió un ejército contra la villa. Las tropas del califa arremetieron una y otra  vez hasta doblegar la alcazaba. El valí consiguió huir pero los cinco valientes guerreros de la escolta fueron decapitados por las espadas cordobesas y sus cabezas clavadas en la empalizada de las torres de la alcazaba.
   La princesa volvió a llorar camino de otra fortaleza.
   En verano sucedió y como espejismos del Jerid aparecieron tras ellos de pronto cinco mil guerreros  para rescatar a la princesa. El ejército cordobés asustado y despavorido huyó por aquella campiña amarillenta, pero al llegar las tropas vencedoras, vieron que no eran cinco mil, solo eran cinco moros sin cabeza.
   La princesa regresó a Banyana con su amado en la alcazaba. Desde entonces y hasta hoy cinco cabezas de moros vigilan esta villa cordobesa, para proteger eternamente a su bella y virtuosa princesa.      

domingo, 16 de septiembre de 2012

El camino

       Buscando el camino


Largo camino parece
aquel que cada uno siguiera
pero aquel que del mismo adolece
buscar un camino cualquiera
aun por muy largo que fuese
tener donde andar pudiera

Aunque  duro el sendero surgiera
cómoda y confortable ruta parece
aquella que la vida ofreciera
a ese caminante sin camino
buscando siempre su destino y
deseoso de andar por donde fuera
(Fotografías realizadas por Antonio Gómez Roldán)